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La oscuridad lasciva de Trepàt

La oscuridad lasciva de Trepàt

Por: Ruido Rojo Cultura

En el mundo del indie hay que hacer un filtro con diversos tamices para dejar penetrar aquellas apuestas que, por su naturaleza, suenen realmente interesantes. Parece que a todo lo que pare en este cajón desastre hay rendirle pleitesía, y en muchos casos son productos manufacturados que han perdido la esencia independiente a la que esa etiqueta hace referencia. Recordemos que lo independiente es más bien una actitud que un género, la raíz para elaborar algo personal. Hace ya bastante tiempo que esta actitud se vende como una pátina para pintar de aire cool las diferentes propuestas del género destinadas a las grandes masas. Mainstream con formato indie. Una de esas paradojas que pueblan los tiempos actuales que vivimos, llenos de contradicciones allá donde mires.

Esa delgada línea, que separa estos dos mundos, aparece difusa en muchas ocasiones y a veces se mezclan. Esto da como resultado propuestas desvirtuadas que se arrastran por las publicaciones musicales. No es nada personal contra las bandas, sino más bien contra los medios que las promocionan. Accionemos el filtro, por favor. En España, desde la explosión del género en los noventa, y con la llegada de Internet, hemos tenido que desarrollar un mecanismo para filtrar a las apuestas que realmente suenan interesantes, aunque eso siempre es subjetivo, más en ese infinito océano que supone la música actualmente. ¿Y qué es aquello que suena realmente interesante y nos hace saltar de la silla? En la modesta opinión del que escribe, aquello que suena personal y arriesgado. Con estas premisas hay que ver a las bandas desde el prisma de lo que realmente representan, sin dejar que determinadas etiquetas nos predeterminen el juicio. Sólo así podremos entender su naturaleza y alejarnos de clichés.

Hace pocos años se empezaba a hablar en Granada de una banda que tenía algo especial, una semilla singular que todavía tenía que crecer. La factoría del indie granadino se accionaba de nuevo con Trepàt. Me los encontraba tocando en muchos sitios y en boca de todo el mundo. En ese momento, no acaba de entender por qué tanto revuelo. Esto se debía, en parte, por un haterismo que actúa como doctrina ante nuevos productos a los que el cerebro no está familiarizado.  Saben de lo que hablo, haters del mundo, todos lo practicamos. Un mecanismo de autodefensa que se acciona como escudo ante esa vasta cantidad de música que hay actualmente y que me venden de manera gratuita con esa esencia especial y personal. No deja de ser eso. Entendí que simplemente ese filtro no estaba ajustado, como me ha pasado con otras bandas de tantísimos otros géneros, sobre todo con algo tan inclasificable como Trepàt.  Al ajustarlo empecé a dejarme llevar por su música y disfrutar de sus canciones. Una banda que se ha hecho a sí misma y que gracias a su apuesta arriesgada ha sabido definir un sonido muy personal. De eso trata la actitud independiente, es lo que les hace distinguirse de los demás. Claro que coge elementos de bandas del panorama actual y de otras épocas, pero los lleva a su terreno. Un terreno entre lascivo, oscuro y arriesgado. Muy alejado de los axiomas de confort actuales por los que transita el indie patrio y granadino.

La oscuridad lasciva de Trepàt

Esa semilla especial fue creciendo poco a poco. Con su primer EP La Línea Infinita (Pig Studios, 2012), se intuía por donde iban a ir los tiros. Trepàt empezaba a sonar y atraer las miradas por su personalidad. Deciden realizar un crowdfunding en Verkami para grabar su primer LP. Lo consiguen y toman la decisión de contactar con Raúl Pérez en Estudios La Mina, encargado de grabar a gente como “Pony Bravo” o “Gaf y la Estrella de la muerte”, entre muchos otros. Decisión clave por parte de la banda granadina al apostar por el productor sevillano. Raúl Pérez ordena los puntos fuertes de la banda y por medio de su paleta musical define la personalidad sonora que hasta entonces sólo se intuía con determinados trazos. Su visión en la producción artística y su amplia visión de estilos le sienta de maravilla a una banda como Trepàt, que pica de varios recursos de muchos géneros para trazar sus canciones. La Fiesta Oscura (Meridiana/Miel de moscas, 2014) es un disco que posee esa actitud independiente de la que hemos hablado, con atmósferas afterpunk que recuerdan al The Durutti Column más experimental pero también a El Columpio Asesino, una de las bandas nacionales más interesantes de los últimos 15 años.

Esa oscuridad que se rezuma en sus trabajos está muy influenciada por los maravillosos y bizarros años ochenta. Personalmente tengo un gran aprecio por la rotura de esquemas de esa época a nivel internacional y en especial en España. Trepàt  se nutre del alma experimental del afterpunk para probar elementos que casan bien con la identidad de la banda. Le da ese aire retromoderno que bebe de matices experimentales y que le sienta tan bien. Todo lo anterior se canaliza gracias a la presencia y el carisma de Juanlu, su cantante. A través de él se focalizan todos los elementos anteriores y los impulsa con una gran capacidad interpretativa sobre el escenario. Las letras están teñidas de sexo, drogas y de una oscura introspección que te atrapa hacía una cálida sordidez.

La oscuridad lasciva de Trepàt

Posteriormente Trepàt se dedica a ir de gira por los diversos festivales indies del territorio nacional, deslumbrando con su apuesta personal y como valor emergente. Tras ese periodo su baterista abandona la banda y hay que reajustarse. Hay situaciones en los grupos de música que ocurren por algún motivo. Una pérdida puede ser algo terrible pero a veces marca un punto de inflexión hacia nuevos horizontes con nuevas fórmulas. Es en este punto cuando Trepàt  saca esa visión experimental que siempre le ha acompañado y hace de de ellos algo especial. Sin riesgo no hay evolución. Con Caballo & Mixes (Miel de moscas,2015) asientan las bases para su transición hacia otros terrenos sonoros. Gracias a este experimento se introducen las bases electrónicas en su sonido y se realizan varios remixes de temas de su primer disco. Ya habían coqueteado con la electrónica anteriormente y los sintetizadores, pero aquí se hace más palpable. Estos elementos acercan su sonido a esos ambientes fiesteros a los que hacen referencia en sus letras y que casan bien con su identidad, quedando todo cohesionado. Todo un acierto.

Con esta nueva identidad la banda se mete a grabar su nuevo disco junto con el productor Marcos Muñiz en el Estudio Sonobalance, Granada. El amor está en la tierra (Miel de moscas, 2015) es un gran disco. Me sorprendió gratamente. Trepàt seguían siendo ellos tras su evolución sonora pero esa semilla singular había crecido. Con este disco confirmaban su sonido personal y con una gran producción los llevaba a cotas de gran belleza. Este disco posee hits pegadizos pero también un aire conceptual. El primer bloque del disco está compuesto por esos temas que transitan por los ambientes oscuros y sórdidos, que tanto le gustan a la banda, que te llevan al after y al sexo sucio mañanero. Tras esa primera mitad, el disco entra en esa delicada fase introspectiva, con momentos de belleza críptica que hará que nos emocionemos por el misterio que rezuma su desarrollo. Un contraste entre bloques como consecuencia de una banda que ha madurado y evolucionado gracias a un concepto personal y a una preocupación por definir un sonido singular. Trepàt está alejado de fotocopias y su visión arriesgada y experimental es lo que hace que suenen a ellos mismos. Gracias a esos elementos, pueden desmarcarse de un mercado de propuestas que en demasiadas ocasiones suenan demasiado parecidas entre sí. Solo gracias a este tipo de actitud exhibida por Trepàt podemos seguir creyendo en este género y tener fe en el futuro.

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